El colibrí amó el linaje de las flores y las plantas
con la virtud del beso les dedicó sus mejores horas de vida
aquella tarde la fuerza del Kuyuri hizo arder las flores
el colibrí las besó y se hirió el pico
llorando se fue a remojar en el lago Isireri
el Jichi despertó al sentir su llanto
lo abrazó y le dijo: —te convertiré en tortuga de agua
para que nades ese duelo
las flores te aman, pero el sol las ha tomado en pago
hay unas deudas pendientes entre la luna y el sol que los humanos tendrán que saldar.—
Entonces el colibrí convertido en tortuga derrama sus pies y lágrimas sobre el lienzo
que es la tierra
la tierra es una migaja cada vez más lacerada
la tierra quiere ser Júpiter conversando con los anillos de Saturno
la tierra necesita un respiro
la tierra absorbe la sangre de sus hijos, el llanto del colibrí, las cenizas de las flores
la tierra nace muere renace en trance con la serpiente sobre el pastizal.
Luego de varios nacimientos y encarnaciones las raíces del incendio en el agua
han resuelto que a veces es necesario probar las lenguas de otros planetas
y caer en la tierra
probar los lenguajes de otros seres, para encontrarse con el frenesí del arco
flechando el cielo y el corazón de las aves trasmutadas en polvo estelar.
Después de marchar lejos de las tierras
desandar el continente sin que nadie ni nada nos contenga
después de buscar en las lejanías de las palmeras
pisando descalzas las espinas del cactus
después de las esperanzas rotas en el parpadeo de las estrellas
rompiéndose en el cenit de los arcoíris nadando la virilidad del tiempo
escindiendo las palabras hasta hacerlas chispear
pronunciándolas entre dientes
haciendo gárgaras de licor de mandarina
para endulzar la acidez de sus existencias uterinas
laceradas por sus progenitores.
Después de conocer los enamuerimientos del cuerpo trasmutado una y otra vez
sobre la misma forma humana
intentamos persuadir al viento para que nos lleve en su próxima tormenta,
para que nos alce y coma cada ceniza nuestra,
porque nos hemos atracado de nosotros mismos en estas formas
y dilemas fronterizos, de visados y demás yerbas.
Antes de nacer humanoide, pedimos perdón, para no nacer, porque sabemos que las fronteras y estrechez de esa forma existencial no alcanzará para que el alma exprese cuanto la habita y cuanto trae de otros lugares.
Antes de nacer con brazos y piernas, con manos y ojos, con boca y corazón,
con gritos y sed, con nariz y cerebro,
le pedí al colibrí que no lo haga, pero él insistió en esos besos, las alas de las palomas sopapearon al colibrí, para que calme esos besos con los que ama al jardín,
fue en vano todo: la migración de un cuerpo a otro, de una frontera mental a otra, de un planeta a otro, la explosión en varias partículas de polvo, el arcoíris derramado entre las alas de las aves y las plantas... eran inevitables, el ciclo debía cumplirse, no pudimos detener la sangre menstrual de las mujeres, el nacimiento transfronterizo en los brazos de los padres y el umbral mortecino de sus madres.
Lo único que ha servido entre el antes y el después de estos versos: son los colores y formas sin alma ni duelo, que las artistas ofrendan en exploración intermitente hacia el cosmos expandido en los tambores de sus úteros en la sangre nuestra de cada mes
para serenar las trasmutaciones y dejar que las heridas se vuelvan hermosas cicatrices
lienzos—cicatrices para pintar otra vida.
Hemos llegado a este lugar de la memoria, para danzar pintar poemar las cicatrices
sabiéndose costurera de la memoria
la poeta expone la belleza de sus cicatrices
sabiéndose costurera del recordis la poeta baila y canta versos
expone la brutalidad de las cicatrices en la tierra
se caen sus dientes y sus pelos se expanden sus pulmones en cada bocanada de aire
antes del reseteo y formateo completo de una vida.
En colecta de poetas hacemos de nuestras cicatrices el lienzo para mirar el dolor
desde el baile nos punzan los huesos, los músculos, las articulaciones
porque hemos dejado de articular nuestros sentidos, nuestras vidas como un todo
como lo que volveremos a ser al nacer una y otra y otra y otra y otra vez
las veces que sea necesario bailar pintar poemar cantar llorar celebrar
volveremos a nacer para morir
volveremos a morir para nacer en la pintura, en la poesía, en la música, en la voz de los cuerpos mixturados entre raíces y agua
para bebernos hasta la sobriedad del sudor.